jueves, 1 de diciembre de 2011

Infancia, la primera educación

"Tomar la decisión de tener un hijo, es muy trascendental; se trata de tener a tu corazón vagando eternamente fuera de tu cuerpo"

El momento en que sabemos que vamos a ser padres es un acontecimiento feliz, lleno de emoción e incertidumbres. Cuando ese pequeño llega a nuestros brazos, lo primero que hacemos es protegerlo y darle todo lo que esté a nuestro alcance.
Nos alegramos de sus primeras risas y de sus primeras palabras. Le enseñamos a comer, a coger una cuchara, un trocito de manzana, a caminar, a pedir por favor, a dar las gracias... pero ¿cómo le enseñamos a alimentar su cerebro?
Habrá padres que alguna vez se hayan hecho esta pregunta.
En esta primera etapa, entre el año y medio y los dos años, el niño comienza a hacerse un hueco en la familia: ya es un ser con carácter definido. Por lo tanto, los padres, tenemos que comenzar un proceso de preparación que nos va a llevar algún tiempo, pero que se verá recompensado a lo largo de su evolución.
Sus primeros garabatos o dibujos nos sorprenden y alegran, para nosotros es un día feliz y así se lo demostramos. Es aquí, a partir de este momento, cuando tenemos que empezar a alimentar su cerebro:
  • Mostrándole libros con dibujos
  • Haciéndole partícipe con nosotros y el libro
  • Enseñándole a hacer preguntas a ese personaje tan particular
  • Con las piezas de los juegos de construcción le enseñaremos los números, a hacer grupos con colores y a distinguir la forma de las figuras
En todo momento mantendremos una postura de juego pero incentivado en preguntas y respuestas, y así iremos incluyendo en su temprana vida un juego lleno de emoción y participación que lo hará fuerte en su desarrollo y comenzará así a ver los libros como algo normal, instructivo y divertido.
Libros..., palabra temida por algunos estudiantes (y público en general), pero que nos llenan de emociones, de sentimientos, que nos abren un mundo de fantasía, que dan respuesta a muchas de nuestras preguntas... "Un libro abierto es un cerebro que habla".
Tenemos que animar a nuestros hijos a leer y a saber disfrutar de ello; cuanto más lean, más preparado tendrán a su cerebro para dar respuestas al mundo que les rodea. Últimamente, con la nuevas tecnologías parece que lo tengamos olvidado. Sin embargo, una cosa no está reñida con la otra, sino que se complementan.
Y, de este modo, conseguiremos conducir al niño desde la infancia con motivación, tolerancia, equidad, seguridad y aprobación para construir una persona competente para el futuro de nuestra sociedad. Seremos sus primeros pedagogos.

A los niños hay que ponerles limitaciones desde la misma infancia. Esto no les supondrá ningún tipo de trauma o frustación, sino que ayudará a afianzar su educación. Una rabieta no es la moneda de cambio que debemos aceptar para comprale el caramelo de turno. Tampoco debemos dejar que decidan por nosotros sobre a dónde debemos llevarles o a dónde no; deben comprender (tanto padres como hijos) que la decisión de algunas cosas no está en sus manos. Delegarla en ellos podría derivar en un típico caso de "niño emperador", es decir, un niño que gobierna sobre sus padres sin que éstos se puedan imponer a él.
Y, ¿cómo evitar esta situación? ¿Debo reprimirle constantemente? La respuesta es, claramente, no. Pero podemos llevar a cabo algunas acciones que ayudarían a encauzar a un niño desde pequeño:
  • Hacer que distinga el tono de voz de cuando estamos jugando o premiándolo de cuando, en cambio, le regañamos. Aunque suene raro, un niño de temprana edad es parecido a un cachorrillo. Cuando a nuestro perro le gritamos por desgarrar una  alfombra no usamos el mismo tono que cuando jugamos con él. Pues con un niño lo mismo; si no distingue los tonos de voz, nunca sabrá si su comportamiento es o no el correcto.
  • Premiarle cuando hace algo bien. Mostrar interés por sus avances hace que el niño tienda a repetirlos.
  • Ignorar su mal comportamiento o palabras obscenas que pueda decir. Esta actitud que adopta para llamar la atención no la repetirá al no obtener una respuesta por nuestra parte.
  • Mostrarnos cariñosos y tener una comunicación directa con ellos, que es la base principal de todo ser humano,  hará de él una persona tolerante y extrovertida.
  • Diferenciar los momentos de juego de otros que no lo son. El niño debe entender cuándo jugamos con él y puede tener una actitud más desenfadada o cuándo nos tiene que ver en el papel de "padres".
  • Comenzar a realizar tareas en casa acordes con su edad para sentirse realizado, cada vez menos dependiente de nosotros y útil.
Poco a poco, debemos implicarnos en su educación y abrirles así un camino de posibilidades, que puede estar a su alcance si los padres colaboramos en esta dura tarea que supone educar por primera (o no tan primera) vez a nuestro hijo. Además, nuestro trabajo servirá para facilitar la tarea del profesor en el momento en que nuestro pequeño forme parte de la Escuela Formal del Saber. Como ejemplo, el instituto de Antonio Navarro Santafé, en Villena (Alicante), propone a los padres que firmen un "contrato" en el que se comprometan a ayudar a sus hijos con los deberes y a estudiar.

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